Por decisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas se declara al 18 de septiembre como Día Internacional de la Igualdad Salarial. Una medida
que busca aunar esfuerzos a favor del derecho a la igualdad de retribución entre mujeres y hombres. Según la ONU, en todas las regiones, a las mujeres se les paga menos que a los hombres, con una brecha salarial de género estimada en un 23% a nivel mundial. Esto quiere decir que las mujeres ganan 77 céntimos mientras que los hombres ganan un euro ante un trabajo de igual valor.
En la Unión Europea la brecha retributiva de género se sitúa en torno al 14 %, lo que significa que las mujeres ganan de media por hora un 14 % menos que los hombres. Existen una serie de desigualdades que explican esta brecha salarial. Por un lado, las mujeres están sobrerrepresentadas en sectores de remuneración relativamente baja. A su vez, el llamado techo de cristal da lugar a una infrarrepresentación en los puestos directivos. Por último, en algunos casos, las mujeres ganan menos que los hombres por realizar el mismo trabajo o un trabajo de igual valor.
Situación laboral de las mujeres con discapacidad
Según los datos recogidos en el Informe social y laboral de las mujeres con discapacidad realizado por CEMUDIS, podemos comprobar que aún existen muchas barreras que siguen impidiendo a las mujeres con discapacidad, su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones que los demás.
Las mujeres con discapacidad se enfrentan a una discriminación interseccional que influye directamente en el ámbito laboral: su condición de persona con discapacidad que, sumada a los estereotipos, dificulta el acceso a un empleo; y su condición de mujer, donde el mandato de género empuja en muchas ocasiones a abandonar el puesto de trabajo para dedicarse al cuidado y otras responsabilidades familiares. Esto no significa que las mujeres con discapacidad experimentan dos o más motivos de discriminación de manera acumulativa, sino que las situaciones de discriminación interseccional van de la mano, comportando un incremento exponencial de la situación de marginación.
Las mujeres con discapacidad intelectual son las que menor acceso al ámbito laboral tienen (el 52,5% de las mujeres desempleadas con discapacidad intelectual nunca han trabajado); mientras que aquellas que tienen una discapacidad de tipo físico y/u orgánico presentan mayor empleabilidad, pero a la vez una duración del desempleo superior (el 25,2% lleva más de 5 años desempleada).
Según nuestro informe, el 60,3% de las mujeres con discapacidad menores de 25 años nunca han tenido un empleo. Por otro lado, las mujeres de 56 a 65 años registran un elevado porcentaje de desempleo con una duración superior a 5 años (41,4%); podría ser por jubilaciones anticipadas, por incapacidad laboral o porque en este estrato de edad la reincorporación al ámbito laboral es más complicada.
Siguiendo con las cifras, 4 de cada 10 mujeres en situación de desempleo llevan más de 2 años sin trabajar (40,8%). Las causas de esta situación son variadas: responsabilidades y cuidados familiares, bajas tasas formativas, dificultad de encontrar un puesto de trabajo acorde y adaptado a las necesidades específicas, mayor proporción de bajas médicas, estereotipos que impiden la contratación, falta de experiencia laboral, incapacidad laboral en diversos grados, etc. Todos estos factores se unen para dificultar el acceso en igualdad de oportunidades y provocar la discriminación en el ámbito laboral que tienen las mujeres con discapacidad, provocando una dependencia económica que se traduce en falta de autonomía personal.
Por otra parte, cabe decir que las mujeres con discapacidad presentan en todas las variables relacionadas con empleo las peores cifras, no sólo respecto a los hombres con discapacidad sino también respecto a las personas sin discapacidad en edad laboral.
En 2020, la tasa de actividad de las mujeres con discapacidad se situaba en 34,6%, casi 42 puntos menos que la población sin discapacidad. La tasa de paro de las mujeres con discapacidad es de 22,4%, esto es, siete puntos superiores a la de la población sin discapacidad. (INE, 2020).
Brecha salarial y mujeres con discapacidad
De acuerdo con el Salario de las personas con discapacidad (INE, 2019), el salario medio anual bruto de los trabajadores por cuenta ajena con discapacidad fue de 20.574,1 euros, un 2,9% más que en el año anterior. Esta cifra fue un 16,1% menor que la de las personas sin discapacidad (24.512,2 euros). En términos absolutos, la cifra es de casi 4.000 euros anuales inferior a la población sin discapacidad.
Al observar las cifras entre varones y mujeres con discapacidad, los datos indican que el salario de las mujeres con discapacidad fue de 18.863,7 euros de media por trabajadora y año, mientras que para los hombres fue de 21.866,6 euros. Esto supone que la brecha salarial entre hombres y mujeres con discapacidad es del 13,7%. En términos absolutos, representa 3.000 euros anuales menos. Si comparamos el salario medio de las mujeres con discapacidad respecto al de las personas sin discapacidad, la diferencia se eleva hasta los 5.532 euros anuales (INE, 2019).
Esta brecha aumenta si las condiciones laborales son más precarias. Así, la brecha salarial entre hombres y mujeres con discapacidad con jornada laboral a tiempo parcial se sitúa en el 14,3% (INE, 2019).
A estas magnitudes habría que sumar el valor económico que suponen las tareas que las mujeres con discapacidad desarrollan en el denominado “ámbito no productivo”, es decir, el trabajo destinado a la realización de tareas domésticas y de cuidado, totalmente invisibilizado y que no se cuantifica a la hora de calcular el producto interior bruto de un país.
Ante esta situación apelamos a que el principio de igual remuneración por un mismo trabajo realizado sea plenamente efectivo, sin que la discapacidad o el género puedan ser de ninguna manera causas que justifiquen un trato discriminatorio.
En este sentido, CEMUDIS solicita a los poderes públicos que se garantice la igualdad salarial entre hombres y mujeres, asegurando una formación adecuada a sus capacidades, promoviendo su acceso al empleo, fomentando la implantación de medidas dirigidas a erradicar el fracaso escolar, así como el abandono de los estudios y permitiendo una accesibilidad universal tanto en el transporte como en su entorno para favorecer su movilidad.
Asimismo, desde CEMUDIS reivindicamos que las mujeres y niñas con discapacidad dispongan de recursos adecuados dirigidos a fomentar su empoderamiento, clave para definir su proyecto vital. Instamos también a potenciar una imagen real y positiva de las niñas y mujeres para favorecer su inclusión en todos los ámbitos de la vida, eliminando cualquier forma de discriminación. Es necesario realizar una revisión de la segregación ocupacional, favoreciendo e implementando un lenguaje no sexista e inclusivo y garantizando la misma categoría profesional sin atender al género, así como el impulso de medidas de conciliación y corresponsabilidad entre mujeres y hombres.